miércoles, 10 de febrero de 2010

Viajeros del Sudeste Asíatico (Nota revista El Sureño)

A simple vista parecen más adolescentes que jóvenes, sin embargo sólo pasan unos minutos para percibir que estos veinteañeros son hombres de mundo y uno no puede ser más literal cuando tiene que describir las experiencias de vida que han afrontado cuando decidieron embarcarse hacia las rutas del sudeste asiático.

Miguel Solaro (21) y Matías Otero (21) se conocieron en el colegio San Ignacio, desde hace más de 8 años son amigos en las buenas y en las malas, han compartido mucho más que gratos momentos, fueron compañeros de ruta y sienten que se seguirán eligiendo para desentrañar nuevos caminos y culturas.

A final del 2008 Miguel y Matías tomaron sus grandes mochilas, sus organigramas y con todas las vacunas puestas contra la fiebre tifoidea, la fiebre amarilla y las pastillas contra la malaria partieron rumbo a Australia y Nueva Zelanda para luego recorrer, según sus propias palabras, la parte más importante del viaje que fue el Sudeste Asiático, tocando los puntos de Singapur, Malasia, Laos, Camboya, Tailandia, Vietnam y Hong Kong.

Cuando tomaron la decisión de viajar juntos tenían claro que la decisión se basaba en el conocimiento que cada uno tenía de otro, así lo manifiesta Miguel “no es facil convivir y viajar durante tres meses, estás continuamente en contacto con diferentes culturas e idiomas y es necesario que la persona con la que emprendés el viaje tenga las mismas expectativas”.

Matías cuenta que el viaje comenzó como una charla en donde se planteó las ganas de hacerlo juntos ya que por distintas razones antes lo habían pospuesto, “yo quería ir a Australia, y Nueva Zelanda, pero Miguel me decía que fuéramos a Asia. Así nos pusimos a ver lo que se podía hacer, los tiempos en cada lugar porque si bien tres meses es mucho tiempo, uno siempre quiere abarcar lo más posible y para ello teníamos que hacer un buen trabajo de logística para conectar con los vuelos y de ese modo ganar tiempo”.

Matías y Miguel tuvieron claro desde un primer momento que eran viajeros, su presupuesto a diario variaba entre 14 a 16 dólares, dinero con el que se movilizaban, comían y realizaban las distintas excursiones. Siempre se hospedaron en hostels, salvo en los países más pobres donde los costos de los hoteles eran muy baratos como para optar por los mismos.

¿Cuál fue la experiencia más fuerte que les tocó vivir en el conocimiento de culturas diferentes como las de Asia?

Matías: Fue muy fuerte conocer un campo de concentración en Camboya el S-21 que funcionó durante el régimen de Pol Pot, y en ese lugar mataron a miles de personas. Uno percibe el odio de la gente hacia Pol Pot, a quien le decían el “hermano número uno”, básicamente porque murió sin ser juzgado.
Me impactó ver una cruz hecha con más de 9 mil cráneos. En ese campo de concentración la gente fue enterrada viva, entonces caminás y ves los pedazos de ropa que sobresalen de la tierra, absolutamente terribe.

Miguel: Como experiencia difícil fue cuando hicimos un trekking en el norte de Tailandia a la tribus de esa zona y tuvimos que dormir en unas chozas con remera y shorts, mientras hacía 4 grados bajo cero. Todos pasamos una noche terrible, nadie durmió, pero todos creíamos que los otros lo estaban haciendo, por eso no dijimos nada.

Matías: Sin embargo valió la pena porque anduvimos en elefante en la selva y estuvo muy bueno.

¿Qué dificultades se les presentaron con el idioma?

Matías: Nos comunicamos con el inglés y en donde no era muy turístico con señas, pero como la gente vive mucho del turismo siempre encontrábamos la forma de comunicarnos.

Miguel: Nos ha pasado de tener que elegir a ojo en un menú, porque no sabíamos que era y de acuerdo a la cara que nos ponían los mozos comíamos uno u otro plato, por lo general siempre había arroz o fideos asiáticos.

¿Se adaptaron a las comidas de cada lugar?

Matías: Comíamos en los puestos callejeros unos crepes con leche condensada y chocolate que eran muy ricos, había muchas frutas y también probamos cosas raras como cucarachas, sapos, ratas, culos de pollo.
Probamos todo, había cosas que nos gustaron, los bichos fueron una sorpresa muy grata, gusanos, libélulas, había de todos los tamaños, empezamos con los bichos más chiquitos, eran crocantes, y el sabor se lo daba la salsita

De los distintos lugares que conocieron, ¿qué sensaciones les quedaron plasmadas en la mente?

Miguel: Para mí el lugar más colorido fue Bangkok que es la ciudad más fuerte desde lo sensorial, los olores, los colores, la gente, el smog, todo es impactante. Llama la atención la gran cantidad de prostitución que hay en sus calles y como se informa al turista para que lo denuncie.
También conocimos las Torres Petronas, diseñadas por el argentino César Pelli, y subimos hasta el piso 88 donde está el puente, y es gratificante ver una obra tan impactante, hecha tan lejos por un compatriota.

Matías: Ko Phi Phii, en Tailandia, donde se hizo la película “La Playa” con Leonardo Di Caprio

Miguel: Es el paraíso encontrado, pero demasiado hecho para el turista. Es muy lindo naturalmente, pero está demasiado explotado y no tienen controles reales para proteger a esa isla.
No se percibe que haya mucho cuidado del medio ambiente, Tailandia es terrible a nivel contaminación y en Vietnam el comunismo hizo desastre con la gran cantidad de fábricas, recién ahora están tratando de revertir la situación.


¿Se perciben las huellas de las guerras que han sufrido los países que recorrieron?


Matías: Totalmente y en donde más se nota es en Vietnam. Fuimos a los túneles de Cu Chi de Ho Chi Minh que era donde peleaban los vietnamitas, allí te muestran las trampas que eran para cazar que adaptaron para la guerra, nosotros entramos con el cuerpo a tierra y es increíble porque ellos vivían allí dentro. La mentalidad de ellos era que ganaban la guerra o morían allí. También fuimos a ver el mausoleo de Ho Chi Minh, cuya imagen se ve en todas partes, porque al ser un país comunista es muy diferente e impactante la propaganda que se utiliza.

¿Cómo es el asiático con el latino?

Miguel: Ellos son mucho más cerrados, pero muy amables, están siempre dispuestos a ayudarte, es la tierra de la sonrisas, aún cuando son países muy pobres, siempre tienen una actitud positiva.
En Laos estábamos recorríamos en moto un pueblo del norte (Luam Nam Tha), en una zona de asentamientos tribales y pasamos por un casamiento, en un momento vemos que nos hacían señas, nos invitaban a compartir con ellos la ceremonia y la verdad es que nos brindaron todo, comida y bebidas para que nos sintiéramos cómodos.

¿Cuál es el mayor aprendizaje que les dio este viaje?

Miguel: Este tipo de culturas antiguas te pone en contacto con la paciencia, viajando por esas zonas uno se da cuenta que es un arte la paciencia y aprendimos a no alterarnos y a aceptar lo que nos tocaba.

Matías: El adaptarse, el conocer culturas diferentes fue muy productivo.

Matías y Miguel, son jóvenes particulares, viajeros de pura cepa que entienden claramente que para conocer el mundo es necesario sumergirse en cada cultura, comer los platos típicos, hablar con su gente, abrir la mente a captar la esencia de cada pueblo, sin juzgarla y adaptándose a las mismas para sentirlas en carne propia.

Ciudadanos del mundo, podríamos definirlos, aventureros, grandes soñadores, Miguel y Matías ya piensan en próximos destinos fuera de los itinerarios turísticos, buscando la alquimia secreta de los lugares menos conocidos que tanto tienen para experimentar y para enseñar…